- Los eventos meteorológicos extremos son, junto al aumento de las temperaturas y la menor disponibilidad hídrica, uno de los talones de Aquiles de nuestra agricultura
- En los últimos meses se han elaborado estudios de vulnerabilidad al cambio climático de diferentes sistemas agrarios y cultivos a escala de explotación agraria
Madrid, 27 de septiembre de 2018
Este mes de agosto ha sido el más tormentoso desde que existen registros en nuestro país, según los datos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), tras unos veranos relativamente secos y muy calurosos en buena parte de España. ¿Es esto una anomalía o una vuelta a los “veranos de siempre”? La respuesta no es sencilla, ya que el clima se basa en “el análisis de largos periodos de tiempo y una observación meteorológica puntual no necesariamente explica las tendencias a largo plazo”, según detalla el técnico del proyecto LIFE AgriAdapt, de la Fundación Global Nature, Jordi Domingo. El experto añade que los cultivos especialmente sensibles a las tormentas en estas fechas, como los frutales y la viña, han tenido suerte desigual frente a lo que conocemos como eventos meteorológicos extremos. “Estos fenómenos serán, junto al aumento de las temperaturas y la menor disponibilidad hídrica, uno de los talones de Aquiles de nuestra agricultura”, asegura.
Así, el proyecto LIFE AgriAdapt trabaja para conocer las variables climáticas que afectarán en mayor medida a los diferentes sistemas agrarios o cultivos en función de su localización. “Supondrá un mejor posicionamiento de los agricultores y ganaderos frente al cambio climático, sobre todo, a la hora de tomar decisiones para ser más resilientes”, afirma Vanessa Sánchez coordinadora de LIFE AgriAdapt. En este contexto, durante los últimos meses se han elaborado una serie de estudios de vulnerabilidad al cambio climático de diferentes sistemas agrarios y cultivos a escala de explotación agraria. Se han estudiado concretamente viñedos, cultivos herbáceos, tomate de industria y sistemas de ganadería intensiva para producción de leche y extensiva para producción de carne en dehesas. “En los impactos debidos al incremento de las temperaturas o la menor disponibilidad de agua, los agricultores y ganaderos pueden ir adaptando sus prácticas frente a las tendencias que nos ofrecen los modelos científicos de proyecciones climáticas, aunque no siempre tengan solución”, continúa la experta.
Medidas para reducir la vulnerabilidad
Gracias a estos estudios se desarrollan herramientas en el marco del proyecto LIFE AgriAdapt que permiten establecer el nivel de vulnerabilidad al cambio climático de cada cultivo en cada zona agroclimática y, sobre todo, ayudan en la toma de decisiones a agricultores y ganaderos para la puesta en marcha de una serie de medidas de adaptación al cambio climático con el fin de minimizar los impactos.
Algunas medidas seleccionadas para reducir esta vulnerabilidad son laboreos reducidos y otras técnicas como cubiertas verdes, rotación con leguminosas o fertilización orgánica que son aplicables a una gran diversidad de cultivos como cereales, viñedos, tomates de industria; aumento de la superficie y diversidad en las rotaciones en la mayoría cultivos herbáceos; búsqueda de variedades más adaptadas o cambios en las fechas de siembra y recolección; mayor eficiencia en los sistemas de riego para aquellos cultivos que en la actualidad se encuentren en regadío. En el caso de la vid, así como otros cultivos permanentes, las opciones son más limitadas ya que no se puede sustituir el cultivo por uno más adecuado. La poda en verde de la vid para equilibrar superficie evaporativa y productiva es uno de los mejores ejemplos.
Respecto a la ganadería, está por una parte la ganadería estabulada se apuesta por una mejor ventilación pasiva y amplitud es un factor clave para reducir el estrés térmico de los animales. Por otra, está la ganadería extensiva, la mejora de la cantidad y la calidad del pasto a través de sistemas de pastoreo rotacional es una de las principales medidas de adaptación.
Conclusiones preliminares
El proyecto LIFE AgriAdapt tiene una vida de más de tres años (desde septiembre de 2016 hasta diciembre 2019), pero ya presenta importantes conclusiones. En primer lugar, respecto a los cereales se identifica que son muy vulnerables al cambio climático, no sólo por una decreciente disponibilidad de agua sino también por el esperado aumento de las temperaturas. Dos o más días con temperaturas máximas superiores a 30ºC a finales de abril o principios de mayo provoca un asurado del grano en su fase de llenado que afecta significativamente al rendimiento y las proyecciones muestran que este indicador aumentará significativamente en un futuro cercano.
En relación a las oleaginosas, como el girasol, si bien es un cultivo más adaptado a los periodos de sequía, y menos vulnerable que los cereales, también se verá afectado por el incremento de temperaturas. El estrés térmico incidirá en un descenso del rendimiento por impacto en la floración y engorde de las pipas. Por su parte, las forrajeras, como la alfalfa, si bien el principal impacto vendrá por un estrés térmico en mayo, intensas precipitaciones en primavera o tras la siembra (en noviembre) podrían afectar también a estos cultivos. En relación a los viñedos se enfrentan a un doble impacto, ya que el cambio climático afectará no sólo al rendimiento (la cantidad de uvas recogidas) sino a la calidad del producto final (el vino). Las altas temperaturas y la sequía conducen a un desacoplamiento de la maduración tecnológica (la cantidad de alcohol) y fenólica (los aromas del vino).
Por su parte, la producción de leche plantea grandes retos como reducir el estrés térmico de los animales en las granjas y que la producción de forrajes y cereales esté lo más diversificada posible para así asegurar riesgos relacionados con cada uno de los cultivos. Por último, para el caso del tomate de industria cultivado en las Vegas del Guadiana, los años con peores rendimientos son aquellos en los que o bien, las temperaturas son especialmente altas con un número de días superior a la media en periodos críticos del cultivo (más de 32ºC en junio y/o más de 37ºC en agosto, temperaturas mínimas en agosto por encima de 20ºC) o bien las precipitaciones son superiores a la media en abril y mayo. En este sentido, se prevé que la probabilidad de primaveras lluviosas se va a reducir mientras que la probabilidad de veranos muchos más calurosos se va a incrementar significativamente lo que puede suponer un impacto importante en la producción
La iniciativa LIFE AgriAdapt es un proyecto apoyado por la Comisión Europea a través del instrumento financiero LIFE en la que participan la Fundación Global Nature en España y entidades de Alemania, Estonia y Francia. El proyecto cuenta con el apoyo del Ministerio para la Transición Ecológica a través de la Fundación Biodiversidad.
Más información de LIFE AgriAdapt: www.agriadapt.eu